El escudo nacional que preside la Constitución Española de 1978, con aguilucho, yugo y flechas, no es, aunque lo parezca, el emblema franquista, sino una chapuza de Adolfo Suárez en 1977 que refleja el espíritu de su reforma: «cambiarlo todo para no cambiar nada».
Luis Miguel Sánchez Tostado.– Criminólogo y escritor.
En España, el tránsito a la democracia se realizó partiendo de un error monumental: considerar legítimo el régimen anterior. A diferencia de las transiciones de Alemania, tras la caída del nazismo, de la Italia pos fascista o del Portugal de los claveles —todos rompieron con los sistemas totalitarios que le precedieron—; en España la democracia se levantó sobre los cimientos de la propia dictadura. No hubo, pues, una ruptura con el régimen sino una adecuación democrática exigida para entrar en Europa. Los ideólogos de aquella Transición permitieron que buena parte de los poderes que controlaba la dictadura (militar, judicial, policial, eclesiásico y la alta burocracia) continuasen manejando los hilos, tejiendo influencias en la joven democracia. Para acercarse a Europa y a su mercado común, anhelo de los reformistas, solo era preciso una democracia de derecho, aunque fuese de baja intensidad, por lo que, utilizando el miedo, la violencia (3.000 acciones violentas y casi 1.000 muertos), el ruido de sables como extorsión (media docena de intentonas golpistas), forjaron un consenso con un balance previsto para que les fuera favorable, incluyendo una ley electoral que impidiera la victoria de la izquierda en las primeras legislaturas y les permitiera seguir ostentando el poder en la nueva forma de Estado. Adolfo Suárez pactó con una oposición sometida y condicionada, ilegal hasta 1977. Las principales imposiciones fueron innegociables: la monarquía, la bandera de los vencedores de la guerra civil, el himno y el olvido de los crímenes franquistas. Lo demás se iría adecuando con condiciones, más a gusto de Europa que de los españoles.
Hemos hablado de la bandera, pero, ¿y el escudo? La Constitución de 1978, en su artículo 4, reguló la bandera rojigualda, pero no hacía referencia alguna al escudo de España. Es creencia general, que el escudo que figura en el frontispicio de la Constitución Española de 1978 es el emblema franquista, pero no es exactamente así. Una de las reformas de Suárez, que de tan exigua pasó casi desapercibida, fue la creación de un nuevo escudo nacional, que estuvo en vigor menos de cinco años. En 1977, el gobierno suarista publicó un reglamento de Banderas y Estandartes, Guiones, Insignias y Distintivos, en el que modificó el escudo franquista a través del Real Decreto 1511/1977, de 21 de enero. Las diferencias podemos verlas en la siguiente ilustración:
A la derecha, escudo actual, establecido en 1981.
Suárez hacía reformas sin modificar lo sustancial para no irritar al Ejército, cambiaba símbolos sin cambiarlos, un ejercicio de funambulismo político para hilvanar el tránsito hacia la democracia que, si bien se vendió como para “contentar a todos”, a la hora de la verdad solo benefició a los de siempre. Su temor a los nostálgicos del régimen del que él mismo procedía, hizo que no se atreviera a sustituir del todo el escudo nacional, y conservó los símbolos imperialistas de los Reyes Católicos que Franco hizo suyos en 1938 y 1945. Se conservó el cuartelado de los cinco reinos (León, Castilla, Aragón, Dos Sicilias y Granada), pero también el águila de San Juan, el yugo, las flechas y el lema Una grande libre. Las modificaciones fueron tan nimias, que costaba diferenciar el nuevo escudo del utilizado por el régimen.
Así lo describe la Regla nº 2 del citado decreto de 1977:
El todo sobre Águila de San Juan, azorada, de sable y fileteada de oro, nimbada de lo mismo, picada y armada de gules, membrada de oro y sosteniendo las garras el escudo por su medianía. Acostadas al escudo dos columnas de plata, con capiteles y bases de oro, sobre ondas de plata y azur, sumadas por coronan de oro; en la diestra se enrosca una cinta de gules con la palabra en oro «Plus» y la corona es imperial; en la siniestra otra de lo mismo con la palabra «Ultra», y la corona es real. A la derecha de la cola del águila, un yugo de gules, en su posición natural, con cinta de lo mismo, formando la inicial de Fernando y, a la izquierda, un haz de cinco flechas, de gules, con puntas hacia abajo y cinta de lo mismo, formando la inicial de Isabel. Yugo y flechas convergentes hacia el extremo de la cola del águila. Por divisa, superando el todo, listón de gules con la leyenda en oro «Una, Grande, Libre».
Real Decreto 1511/1977, de 21 de enero. Regla 2. Descripción.
En definitiva, el nuevo escudo de la Transición era el mismo que el franquista, solo con un fileteado dorado sobre el águila y un cambio de posición del lema y las columnas de Hércules. Nada más. Pero Suárez ya tenía la excusa para decir que “no era el escudo franquista”. Casi nadie se apercibió de los cambios, por lo que, a todos los efectos, se siguió considerando un símbolo de la dictadura. El hecho de que en la Constitución Española, firmada por el Rey, estuviera presidida por este emblema de 1977, provocó, por la similitud del emblema, algunas polémicas sobre el hecho de que una Carta Magna democrática, estuviera presidida por simbología imperialista de la dictadura. Finalmente, en 1981, el diputado socialista Luis Solana, expuso la necesidad de crear un escudo democrático del que serían suprimidos, definitivamente, águila, yugo, flechas y lema, a través de la Ley 39/1981, de 28 de octubre, incorporándose, desde entonces, a la bandera de España.
Una de estas confusiones se suscitó en 2010, con la exposición de un facsímil de la Constitución Española en el Parlamento Europeo. La Agencia de Noticias Catalana calificó el símbolo de “franquista y preconstitucional”. Incluso el diputado Oriol Junqueras elevó una queja formal para que fuese retirado.
Traigo a colación la anécdota de aquel efímero escudo de la Transición, que era franquista sin ser franquista, porque define a la perfección el espíritu de aquella reforma que impidió romper del todo con la dictadura: cambiarlo todo para no cambiar nada. Máxima que se puso de moda con la película de Visconti El Gatopardo, sería utilizado por Torcuato Fernández Miranda quien, con su mantra “de la Ley a la Ley” legitimaba un tránsito insólito, pues el régimen franquista era ilegítimo en esencia por proceder de un golpe de Estado. Existe un principio básico de Derecho que dice que nadie puede legar lo que no le pertenece y el franquismo carecía de legitimidad para legar poderes, y menos sin consultar al pueblo la forma de Estado. Pero Spain is different! y aquel desconocido escudo fue un ejemplo más de cómo si hicieron las cosas en aquella «modélica» Transición.