La Iglesia católica falseó la memoria de María Magdalena convirtiéndola en una prostituta arrepentida para perjudicar su imagen pública y anular su influencia como líder espiritual femenino. La tibia retractación de la Iglesia llegó demasiado tarde tras dos milenios de inmerecidas injurias.
Por Luis Miguel Sánchez Tostado. Escritor y criminólogo.
María Magdalena es un personaje bíblico fascinante a quien la Iglesia Católica cubrió con un manto de inmerecida injuria al estigmatizarla, sin serlo, como una prostituta arrepentida. Pese a que no existe ni una sola prueba documental, la Iglesia lapidó su imagen difundiendo un falso perfil de adúltera, debido a los celos de los apóstoles varones que no entendían cómo Jesús la prefirió a ella como depositaria de importantes revelaciones por haber gozado de una estrecha relación con él. Tras la muerte de Jesús, María Magdalena se configura como una líder espiritual pero la sociedad patriarcal no lo iba a permitir. A diferencia de los discípulos de Jesús, la encontramos en los momentos más importantes como la crucifixión, como doliente en el velatorio y entierro y en la resurrección. En el evangelio apócrifo de Felipe, hallado en Nag Hammadi y datado en el siglo II, se considera a María Magdalena la “compañera” de Jesús. En él puede leerse: “Una mujer que no ha dado luz a sus hijos puede volverse la madre de los ángeles. Tal era la compañera del Hijo, María Magdalena. Él la amaba”.
Para la incipiente iglesia romana, María Magdalena era una figura incómoda por su perturbador liderazgo femenino, por lo que se inició una campaña contra ella. En las primitivas comunidades cristianas las mujeres desempeñaron roles religiosos relevantes que incluía funciones de sacerdotisas y profetas. Recordemos el oficio de “ministras” de la Iglesia que algunas féminas ostentaban en algunas comunidades y que el gobernador Plinio el Joven refirió en 112 d.C. en su carta al emperador Trajano. (Plin. Ep. X 96 nº 8). Pero a partir del siglo II y III esto cambiará y se prescindió de la figura femenina copando los hombres el control de la cúpula eclesial. En los siglos IV y V ya se considera una herejía que una mujer ostentara cargos en la iglesia, más allá del servilismo a los sacerdotes. Poco han cambiado las cosas en este sentido pues la Iglesia Católica todavía prohíbe a las mujeres formar parte de la jerarquía en el clero secular en ninguno de sus estadios, desde el diaconado hasta el pontificado, relegándolas a pequeños oficios del bajo clero regular, como novicia, monja o, a lo sumo, abadesa de monasterio.
Si la Biblia no dice que la de Magdala fuese prostituta, ¿por qué se difundió esa idea? Se debe a una interpretación torticera del evangelio de Lucas que refiere que varias mujeres que seguían a Jesús “habían sido sanadas de espíritus malos y de enfermedades”. A una llamada Magdalena “la liberó de siete demonios” (Lc 8:1-3). Debemos deducir que Jesús practicó un exorcismo a María Magdalena. Por entonces, enfermedades inexplicables como el autismo, la mudez, la sordera o enfermedades mentales como la epilepsia, con sus sobrecogedoras crisis convulsivas, se asociaban a la posesión demoníaca. Este episodio solo lo cuenta Lucas, pero no Marcos, que es el evangelio más antiguo en el que se basan los demás sinópticos. Para ser más precisos, sí aparece al final del texto de Marcos, pero en el añadido que se incorporó siglos más tarde recogiendo la versión inventada por Lucas.
A María Magdalena se le relacionó con la unción de Jesús, uno de los pocos episodios coincidentes en los cuatro evangelios, en el que una mujer lava los pies de Jesús y vierte perfume sobre ellos. Pero no se menciona el nombre de aquella mujer, solo dice que era una pecadora. Juan dice que aquella mujer era María de Betania, hermana de Lázaro (Jn 11:1-2). También se relacionó a Magdalena con la mujer adúltera a la que Jesús salvó de una lapidación: “El que esté libre de pecado que tire la primera piedra” (Juan 8:3-11), pero tampoco se dice el nombre.
Luego entonces, ¿por qué esa fama de María Magdalena? Evangelistas y apologistas minimizaron su protagonismo por el hecho de ser mujer, desecharon cualquier referencia a un vínculo sentimental o marital con el Jesús histórico. Necesitaban un mesías célibe. Desde los tiempos de Eva, la mujer era la mala semilla, la responsable de todos los males de la humanidad y su papel se limitará a la procreación y al servilismo del hombre, que la consideraba de su propiedad. Pero Magdalena era una mujer sorprendentemente libre, con recursos económicos (fue una de las personas que financió las campañas de Jesús) y no dependía de ningún hombre, ni de su padre, ni de un marido. Esta insólita libertad, unida al especial trato con Jesús, hizo que discípulos como Pedro, líder de la comunidad y a la sazón fundador de la Iglesia, decidiera derrocar a su homóloga femenina en la pugna por el liderato.
Tras la muerte de Jesús de Nazaret, los apóstoles se encontraban desorientados y tristes, pero Magdalena los serena. En el evangelio apócrifo de María Magdalena, datado entre el 30 y 180 d.C., Pedro le dice: “Hermana, nosotros sabemos que el Salvador te apreciaba más que a las demás mujeres. Danos cuenta de las palabras del Salvador que recuerdes, que tú conoces y nosotros no, que nosotros no hemos escuchado». María responde: “Lo que está escondido para vosotros os lo anunciaré”. Les relata la visión que tuvo de Jesús y la ascensión del alma, pero Andrés y Pedro no creen que Jesús eligiese a una mujer para tan altas enseñanzas. Pedro se enfrenta a ella y dice: “¿Ha hablado con una mujer sin que lo sepamos, y no manifiestamente, de modo que todos debamos volvernos y escucharla? ¿Es que la ha preferido a nosotros?”. Ella llora y pregunta a Pedro por qué cree que les está mintiendo. Entonces Leví (Mateo) sale en defensa de Magdalena:
Pedro, siempre fuiste impulsivo. Ahora te veo discutiendo contra una mujer como si fuera un adversario. Sin embargo, si el Salvador la hizo digna, ¿quién eres tú para rechazarla? Bien cierto es que el Salvador la conoce perfectamente; por esto la amó más que a nosotros. Más bien, pues, avergoncémonos y revistámonos del hombre perfecto, partamos tal como nos lo ordenó y prediquemos el evangelio, sin establecer otro precepto ni otra ley fuera de lo que dijo el Salvador.
Evangelio apócrifo de María Magdalena. Fragmento griego.
(La Magdalena penitente, de Francesco Hayes, 1825)
Se desprende del citado texto gnóstico que Magdalena era depositaria de importantes revelaciones de Jesús de Nazaret. No tardó la Iglesia en estigmatizar su pasado como adúltera y prostituta para dilapidar su memoria. A continuación convierten a aquel líder político en el mesías anunciado en las profecías del Antiguo Testamento, pese a que ningún evangelista lo conoció en persona y posteriormente declaran apócrifos y, por tanto no oficiales, aquellos evangelios que no se ajusten a su ideario de mesías prefabricado.
El evangelio gnóstico de Tomás, hallado en Nag Hammadi, está datado en el siglo IV pero que traduce un texto de la segunda mitad del siglo I. Es, por tanto, coetáneo a los Evangelios canónicos más antiguos. En él se recoge la animadversión de Pedro sobre las mujeres en general y sobre María Magdalena en particular:
Simón Pedro les dijo: ¡Qué se aleje María [Magdalena] de nosotros! pues las mujeres no son dignas de la vida. Dijo Jesús: Mira, yo me encargaré de hacerla macho, de manera que también ella se convierta en un espíritu viviente, idéntico a vosotros los hombres: pues toda mujer que se haga varón, entrará en el reino del cielo.
Evangelio apócrifo de Tomás, 114.
Con lo de “hacerla macho” se refiere a convertirla en un ser espiritual, función que le estaba vetada a las mujeres, pues el gnosticismo estaba reservado sólo a los iniciados varones, era una forma de alcanzar la salvación a través del conocimiento. Por tanto, para los gnósticos, María Magdalena encarna el conocimiento legado de Cristo, por lo que su figura era para ellos más importante que la de Pedro, representante de la ortodoxia católica, la cual finalmente se impuso.
El Papa Gregorio I, en la homilía del 21 de septiembre del año 591, por su cuenta y riesgo y sin ninguna prueba histórica, decidió que los siete demonios sacados por Jesús a Magdalena responden a los siete pecados capitales, es decir, que Magdalena los tenía todos, por lo que fue considerada como beata peccatrix y castísima meretrix. Y como lo que dice el Papa va a misa, se convirtió a la de Magdala en una prostituta hiper pecadora para escarnio de su memoria.
En 1969, el Vaticano, reconociendo que se había excedido, retiró del calendario litúrgico el apelativo “penitente” que había adjudicado a María Magdalena en el santoral (22 de julio) y se dejó de emplear en la liturgia la lectura de Lucas sobre su carácter pecador. En 1988, Juan Pablo II, en su Mulieris Dignitatem, se refirió a María Magdalena como “apóstol de los apóstoles”. Estas medidas llegaron tarde pues la imagen de mujer “perdida” ya estaba firmemente anclada en el imaginario cristiano, mucho más en el católico, que extendió la ignominia al arte iconográfico que la mostraba siempre desnuda o insinuante en su falsa fama de pecadora.
El judaísmo, el cristianismo y el islamismo ejercieron una marcada misoginia. El Antiguo Testamento, donde se nutren estas religiones, denigra a la mujer de forma continuada. El Génesis ya advierte a la mujer que “tu marido te dominará” (Gn 3:16). En Eclesiastés se dice que no hay una sola mujer buena (Ec 7:28). En el Levítico, que son impuras: “La mujer que da a luz es impura, pero si encima da a luz a una niña, doblemente impura” (Lv. 12:1-5). Este libro también pone precio a la venta de mujeres: 300 gramos de plata, frente a los 500 gramos si es hombre (Lv. 27:1). En el Éxodo, se cosifica a la mujer como uno de los bienes propiedad del hombre (Ex 20:17) El Deuteronomio autoriza a quedarse con cautivas si te gustan, te las puedes llevar a tu casa y unirte a ellas, y cuando deje de gustarte, las echas (Dt 21:11-15). También autoriza a cortarle la mano a la mujer que te agarre del pene en una disputa (Dt 25:11-12). En el libro Jueces relata cómo, tras la matanza de Yabés de Galaad, se llevaron a las mujeres vírgenes, pero como no había para todos, Dios les autorizó raptar a las jóvenes de Siló, “os lleváis cada uno una muchacha y volvéis a vuestra tierra» (Jc 21:10). En el Nuevo Testamento también encontramos perlas como las de Pablo de Tarso quien, en las cartas a los corintios, manda a la mujer callar en las congregaciones y asambleas y les prohíbe intervenir y preguntar (I Cr 14:34). En la carta a Timoteo, insiste en el obligado silencio de las mujeres, a las que le prohíbe enseñar ni ponerse por encima del hombre (Tm 2:11-15).
La historia siempre la escriben los vencedores y, en este caso venció la ortodoxia patriarcal, empeñada en echar por tierra el liderazgo de María Magdalena, una visionaria adelantada a su tiempo que pudo haber sustituido a Jesús y haber cambiado los derroteros hacia un cristianismo más igualitario y una Iglesia menos sectaria y machista.
Más información en la obra «La historia desconocida de Jesús de Nazaret», de Luis Miguel Sánchez Tostado (editorial Almuzara, 2023):