Causas desconocidas perfilan a la ciudad de la Mota como una de las de mayor tasa de suicidios de España. Urge un plan de actuación y acabar con el silencio y el tabú histórico.
Por Luis Miguel Sánchez Tostado. Escritor y criminólogo.
¿Quién no conoce un caso cercano de suicidio o alguna tentativa? Tenía veintiún años cuando una de las personas más importantes de mi vida decidió poner fin a la suya. Me dolió tanto su marcha sin despedida que durante muchos años, demasiados, me he preguntado qué pudo pasar por su cabeza, por qué nadie de su entorno supimos detectar su angustia interna. Desde entonces me hostigan cuestiones metafísicas en torno al suicidio y los desconcertantes motivos para negarse a vivir. No es una cuestión baladí, pues esta lacra silenciosa es la primera causa de muerte violenta en el mundo, por delante de todas las víctimas de guerras, homicidios y asesinatos juntos. En el presente trabajo aporto algunas claves de este drama, divulgo el estudio que realicé en el municipio jiennense de Alcalá la Real y se reflexiona sobre diversos aspectos de las conductas autolíticas.
LA MAGNITUD DEL PROBLEMA
Según la OMS, 800.000 personas se suicidan cada año en el mundo, esto es 2.191 muertes al día. Desde hace más de una década, el suicidio es la primera causa de muerte no natural en España. En 2018 hubo, al menos, 3.539 suicidios (casi 4.000 en 2014). Si bien, la cifra real podría rondar los 6.000 anuales por el enmascaramiento de las causas en muchos partes de defunción en los que se hace constar como causa del deceso “parada cardiorrespiratoria”, sin especificar la verdadera causa. Muchos accidentes de tráfico, por ejemplo, son en realidad suicidios, pero no constan como tales. Para hacernos una idea de la gravedad del problema, en España se producen 10 suicidios al día, es decir, uno cada 2 horas y media. 3 de cada 4 son hombres. En nuestro país muere el doble de personas por suicidio que por accidentes de tráfico, 11 veces más que por homicidios y 80 veces más que por violencia de género. Sólo en lo que llevamos de siglo, en España se han producido más 60.000 suicidios.
Gráfico del Observatorio de la Fundación Española para la Prevención del Suicidio.
El riesgo de suicidio aumenta de forma progresiva con la edad. El mayor número de casos (40%) se producen entre los 40 y los 59 años y la mayor tasa, por ser un segmento de menor población, se da entre los varones mayores de 79 años, Sin embargo, los casos en edades tempranas van en aumento. En jóvenes de entre 15 y 29 años es la segunda causa de muerte y entre sus causas se señalan trastornos psicológicos, variables de personalidad, estrés emocional, bullying (incluido el electrónico) y el sexting. Respecto a las modalidades, el ahorcamiento sigue siendo el método más utilizado en los hombres (52%). Las mujeres optan mayoritariamente por la precipitación (40%) y lo intentan tres veces más que los hombres, sin embargo, los hombres consiguen su objetivo tres veces más que las mujeres.
EL MITO SUICIDA
¿Tiene el ser humano derecho a decidir sobre su propia muerte? Este es un debate milenario y profundo. La figura del suicida ha estado siempre rodeada de una liturgia legendaria de mitos, maldiciones, almas en pena, reencarnaciones, y superstición. Legendario es el debate sobre si el que abandona por voluntad propia esta vida es un héroe con el valor suficiente para escapar de este valle de lágrimas o, por el contrario, se trata de un cobarde incapaz de hacer frente a sus problemas. Sobre esta supuesta “voluntariedad” existen discrepancias pues la voluntad está mermada por un previo e intenso dolor psicológico.
El fenómeno del suicidio, exclusivo del ser humano, ha sido elogiado y envilecido a lo largo de los siglos. Los celtas y los íberos lo glorificaron. Ciudades enteras como Numancia o Sagunto se quitaron la vida antes de entregarse al enemigo. En Japón, hacerse el harakiri era una cuestión de honor y en las culturas clásicas era una vía de escape a las miserias de la vida. Con la llegada del cristianismo el suicidio fue perseguido pues solo a Dios correspondía dar la vida y quitarla. Por tal razón, la Iglesia Católica ha negado oficios y sepultura en el Campo Santo a “los que se mataran a sí mismos”, prohibición que ha estado vigente en el Código de Derecho Canónico hasta 1983. Las inhumaciones se practicaban en espacios ignominiosos conocidos como “corralillos de los ahorcados”, vertederos anejos en los cementerios donde iban a parar los que la Iglesia decidía que no iban al Cielo por morir en “pecado mortal”, tales como los niños sin bautizar, ateos, reos de muerte, miembros de otras confesiones y, como no, los suicidas. El temor de ser condenado al fuego en la otra vida redujo considerablemente este fenómeno durante la Edad Media, pero reapareció a partir del s. XVIII con algunos poetas melancólicos que ensalzaron la muerte.
EL EFECTO CONTAGIO
La obra Las penas del joven Werther, de Goethe (1774), fue prohibida en varios países de Europa porque su protagonista, un joven que sufre por amor, pone fin a su vida disparándose un tiro en la cabeza. La lectura de esta novela desató una oleada de suicidios entre los adolescentes. Según su prólogo actual, unos 2.000 lectores se han quitado la vida desde que fue escrita. En 1974, el sociólogo estadounidense David Phillips llamó efecto Werther al supuesto contagio cuando documentó el incremento de suicidios tras la publicación de estos episodios en la portada The New York Times. Este efecto suele producirse entre sectores de población vulnerables como adolescentes y personas deprimidas. Tras la serie de TV alemana Muerte de un estudiante, los suicidios de jóvenes entre 15 y 19 años se incrementaron en aquel país en un 175%.[1]
El suicidio de personajes famosos también puede desatar el efecto. Tras la muerte de Marilyn Monroe en 1962, los suicidios aumentaron un 12% en EEUU. En 1986 el cantante japonés Yukiko Okada, de 18 años, decidió suicidarse tras el abandono de su amada. Durante las semanas siguientes 28 quinceañeros le imitaron. Otro tanto ocurrió con la muerte de Robin Williams en 2014 que provocó un incremento de casi un 10% en los suicidios de varones entre 30 y 44 años durante los cinco meses siguientes.
El efecto contagio existe, pero en la mayoría de las ocasiones es consecuencia de un inadecuado tratamiento informativo por los medios de comunicación que hacen hincapié, innecesariamente, en el método utilizado (que garantiza su eficacia), dan cobertura continuada durante muchos días por el carácter mediático del personaje (tentación continua) y simplifican el motivo a una sola causa: drogas, o alcoholismo, o problemas familiares (identificación de personas que sufren esa causa) cuando, en realidad, la motivación suicida no responde a una causa única sino a la confluencia de varios factores. Algunos medios, llevados por un morbo deliberado para incrementar audiencias, se saltan todos los códigos deontológicos. Ocurrió, por ejemplo, con el fallecimiento del cantante Antonio Flores en 1995. Un estudio demostró un incremento posterior de suicidios del 17% por un pésimo tratamiento informativo de la noticia.[2]
Ante la falta de formación periodística para abordar estos sucesos, salvo las recomendaciones genéricas de la OMS y algunos Libros de Estilo, cada medio interpreta a su manera cuándo un suicidio es de interés público. La mayoría, para evitar en el efecto Werther, prescinden de publicar nada sobre el suicidio, haciendo invisible un problema de primer orden, y si no es visible no existe. Cuando un problema social de la magnitud del suicidio carece de repercusión, no crea la suficiente alarma social y, por tanto, no será abordado. Pero la excusa del efecto contagio ya no sirve para justificar la ausencia de programas de prevención debido a la globalización informativa con Internet y las redes sociales. En 2018 el 65% de los adultos en EEUU ya leía las noticias a través de redes sociales como Facebook y Twitter. La red es un inmenso cajón de sastre donde se puede encontrar de todo, incluso páginas peligrosas que animan al suicidio, dan consejos ilustrados sobre métodos infalibles e incluso se organizan quedadas para suicidios colectivos.
Pero la imitación no solo funciona en su versión negativa (efecto Werther), también es posible, y se ha demostrado, que un correcto tratamiento en los medios y el conocimiento de otras personas que renunciaron a la idea, tiene un impacto positivo y preventivo en personas en riesgo que finalmente desisten de su propósito. Es lo que se conoce como efecto Papageno,[3] inverso al efecto Werher.
EL CASO DE ALCALÁ LA REAL
Existen zonas geográficas que, por distintas razones, presentan una mayor incidencia de conductas autodestructivas. La mundial de suicidios es de 9´4 por cada 100.000 habitantes, la española actual es de 7´9 suicidios por 100.000 habitantes, muy por debajo de países como Lituania (26´7) o Corea del Sur (25´8), que presentan los índices más elevados. Un caso fuera de lo común es Groenlanda donde varios estudios atribuyen una escalofriante tasa de suicidios que llega al 83 por cada 100.000 habitantes.[4]
Por comunidades autónomas la mayor tasa la presenta Asturias (12´9) y Galicia (8´9). La provincia con mayor incidencia es Lugo (16), que duplica la media nacional y Madrid la que menos, con 5´2. La provincia de Jaén presenta una tasa de 10 (8 para la capital), sin embargo, existe una comarca que históricamente presenta unos niveles de suicidio inusualmente altos, muy por encima de la provincia de Lugo. La comarca en cuestión es la Sierra Sur, constituida por los municipios de Alcaudete, Castillo de Locubín, Frailes, Valdepeñas de Jaén y Alcalá la Real. Será en el municipio alcalaíno y sus aldeas donde se concentran el mayor número de casos. Algunos hablan de El triángulo de los suicidas cuyos vértices serían Alcalá la Real, Priego de Córdoba e Iznájar.
En el caso del municipio alcalaíno, para probar que este fenómeno no es nuevo, me propuse ampliar el ámbito cronológico y geográfico del estudio que, en 1999, realizaron los psiquiatras Francisco Díaz Atienza y Antonio González Iglesias sobre 135 suicidios consumados en Alcalá la Real en 13 años (de 1985 a 1998). En mi estudio abarqué 50 años, desde 1950 a 2000 y no solo en Alcalá la Real sino en varios municipios de la comarca. Decidí no incluir las décadas de los años treinta y cuarenta, pues en ellas se produjo el impacto de guerra civil y la posguerra, por lo que la motivación suicida podría estar más relacionada con la desestructuración familiar propia de los conflictos bélicos, la depresión de los vencidos, la represión de los vencedores y la miseria económica de los años del hambre. Las fuentes de consulta fueron las actas de defunción de los Registros Civiles, los expedientes judiciales y las referencias del Instituto Nacional de Estadística (INE), además de diversas entrevistas a expertos.
Una vez registrados los casos, se calculó en cada municipio la tasa de suicidios por cada 100.000 habitantes para compararla con las tasas provinciales y nacionales. El cálculo se hizo teniendo en cuenta la población de derecho de cada municipio recogida en el nomenclator de población del INE y el padrón municipal de los años 1960, 1970, 1981, 1986 y 1996. Es importante aclarar que los datos obtenidos se refieren a suicidios consumados, no se incluyen, pues, las tentativas de suicidio, imposibles de cuantificar.
Según el INE la tasa media española para el periodo objeto de estudio era de 6´3 suicidios por cada 100.000 habitantes en el ámbito provincial y 5´09 para las capitales de provincia.[5] La provincia de Jaén presentaba un coeficiente del 8´8 y de 6´7 para la capital. Este dato situaba a Jaén en el puesto número 19 de 50 provincias en relación a sus tasas de suicidios. Algunas provincias del interior como Lugo (con un 16´1), Soria (14´3) o Tarragona (12´9) presentaban niveles más elevados frente a Ceuta (1´4), Melilla (3´1) Santa Cruz de Tenerife o Valladolid (3´6) con las tasas más bajas.
Entre 1950 y 2000 se produjeron un total de 273 suicidios en Alcalá la Real, una media de 5´5 actos suicidas consumados al año. Ello representaba una increíble tasa de 26´5 por 100.000 habitantes, es decir, cuadruplicaba la media nacional y alcanzaba los mismos niveles que en Lituania, el país con más suicidios del mundo. Esta cifra, de por sí elevada, queda en nada comparada con algunas pedanías alcalainas como Las Grajeras (47´5), Charilla (42´8), Ribera Baja (37´4), La Rábita (36´8), Santa Ana (32´3) o La Pedriza (21´6) que quintuplican y sextuplican el coeficiente provincial (8´8). Si a estas cifras tuviéramos que sumarle las tentativas los índices serían aún más espectaculares.
El resto de los municipios de la comarca de la Sierra Sur también presentan elevadas tasas de suicidio aunque significativamente menores que el término alcalaíno. Entre 1985 y 2000, Castillo de Locubín presentaba un índice de 22´3, Frailes de 19´4 y Alcaudete de 18´7.
Analizados un total 334 suicidios en la comarca de la Sierra Sur[6] obtuvimos los siguientes datos: por sexos el varón alcanza el 70% de los suicidios frente a un 30% de presencia femenina. La modalidad utilizada en el 82% es el ahorcamiento y en menor medida la inmersión (5´9%), el arma de fuego (4´4%), la ingesta tóxica (4´4%) y la precipitación (2´6%). En cuanto al estado civil el mayor porcentaje se da entre los casados (56´8%) seguido de los viudos (12´5%), solteros (7´7%) y separados (1´7%).
¿EL ORIGEN DEL PROBLEMA?
¿Por qué en determinadas zonas geográficas estas conductas alcanzan niveles tan desmesurados? Los expertos entrevistados no han podido ofrecernos una explicación rigurosa sobre la elevada tasa de suicidios en el término alcalaíno. En su estudio de 1999, los psiquiatras Díaz Atienza y González Iglesias no encontraron un modelo explicativo que lo justifique. Pese a los estudios realizados, nadie ha sido capaz de explicar por qué Hungría, por ejemplo, posee una tasa de suicidios quince veces superior a Grecia, o por qué Asturias triplica la tasa de Cantabria estando tan próximas y siendo regiones tan parecidas en morfología, orografía, clima, economía, con bajas tasas de desempleo y bajo umbral de pobreza.[7]
Los especialistas coinciden en que en la génesis suicida interviene un estado depresivo previo. En España, algunas hipótesis especulan con atribuir al aislamiento geográfico del ámbito rural y la ausencia de perspectivas laborales como el principal acicate depresivo que podría degenerar en tendencia suicida. El aislamiento del pueblo junto a la escasa oferta de ocio, las escasas oportunidades de trabajo y las nulas perspectivas de futuro pudieran justificar las conductas autolíticas. Es cierto que durante los años 60 y 70 del siglo pasado se verificó un desplazamiento demográfico masivo hacia los núcleos urbanos más poblados tras el paulatino abandono del campo en favor de la ciudad, lo que justificaría que las estadísticas de suicidios en el ámbito rural español sean más elevadas que en las capitales de provincia pero, con anterioridad al citado movimiento migratorio, ya existían en el término alcalaíno unas tasas de suicidios similares. La ciudad de la Mota no es un municipio con un especial aislamiento pues históricamente ha formado parte de la ruta del califato que unía a Granada y Córdoba y dista solo 45 kilómetros de capital de la Alhambra. Otras comarcas serranas como las Sierras de Segura o las Villas han sufrido un aislamiento geográfico mayor, con municipios distantes a más de 100 kilómetros de la capital más próxima, y no presentan esa anomalía estadística respecto al suicidio.
Otras teorías apuntan a condicionantes genéticos hereditarios, lo que explicaría las tendencias suicidas en varios componentes de la misma familia. En la aldea alcalaína de La Rábita, diez miembros de una conocida familia se quitaron la vida ahorcándose a lo largo de tres generaciones. Desconocemos si con anterioridad a 1950 hubo más casos en esta familia, pero durante el periodo objeto de estudio se quitaron la vida el abuelo, cuatro de sus cinco hijos, un tío, tres sobrinos y una nieta. Los suicidios de esta unidad familiar constituyen el 66´6% de los contabilizados en esta aldea. Si relacionamos parentescos y apellidos ciertamente destaca la correlación en unas pocas familias pero no es una tendencia generalizada.
Otras hipótesis se inclinan por un componente psicológico basado en el aprendizaje social. Pudiera ser que en zonas de escasa densidad demográfica y bajo nivel cultural exista una predisposición psicológica larvada en algunos vecinos que, a diferencia de otros que no arrastran esta luctuosa “tradición”, contemplen el suicidio, no como una desgarradora tragedia, sino como algo mucho más natural ligado a su vida e incluso a su propia tradición cultural. El suicidio podría ser para ellos una opción más para solucionar un problema grave en su vida. Lógicamente es la peor opción, pero tal vez no se tenga conciencia de ello. Esto podría justificar los típicos casos de mimetismo que hemos detectado en 45 posibles suicidios por “contagio”, los cuales ocurrieron en los días siguientes de conocerse el anterior y en la misma población o muy cercana.[8] Estos casos suponen el 13% del total de suicidios contabilizados.
Algunos estudios postmorten han detectado una anormal reducción de la serotonina (un neurotransmisor cerebral) en la mayoría de los suicidas examinados. También se contabilizan niveles muy bajos de ciertas enzimas y hormonas así como del colesterol en sangre. Aún sin ser definitivos, estos estudios dejan una puerta abierta a un futuro donde se pueda detectar con antelación suficiente los marcadores químicos que delaten con cierta fiabilidad al futuro suicida y pueda ser sometido a tratamiento.
Alcalá la Real. Foto: Felipe Caparrós. El País.
Existe la creencia de que, en algunas aldeas, muchos casos responden a la llamada de las ánimas o espíritus de los ascendientes difuntos en determinadas fechas. Es entonces cuando deciden suicidarse para irse con ellas. Sugestión que podría proceder de antiguos movimientos espiritistas implantados en el municipio alcalaíno desde el siglo XIX. Ninguna de estas teorías, mucho menos otras tan extravagantes como la composición química del agua o las corrientes telúricas, explican por sí solas el fenómeno suicida en Alcalá la Real. En lo único que se ponen de acuerdo los expertos es que el suicidio no es fruto de una sola causa, sino de la concurrencia de varios condicionantes de origen psicosocial, psiquiátricos, ambientales y biológicos.[9] Las conductas suicidas pueden surgir en cualquier persona aparentemente sana, si bien con frecuencia concurren una serie de factores de riesgo que favorecen la emergencia suicida tales como la depresión, la soledad, la desesperanza, el bajo autoconcepto de sí mismo y las expectativas positivas del suicidio. También son factores predisponentes la impulsividad, el alcoholismo y otras adicciones, el escaso apoyo social, las enfermedades psiquiátricas, la baja tolerancia al estrés, la presencia de conductas suicidas en el entorno y la existencia de intentos previos. A las adiciones tradicionales, habrá que sumar el aumento alarmante de nuevas adicciones sin sustancia: las nuevas tecnologías en internet, el juego, las compras online, la pornografía, las apuestas, etc. Nuevas patologías que generan expectativas incumplidas, frustración y ansiedad. En 2017, 41.117 personas habían pedido que se les prohibiese jugar, un 9% más que el año anterior y más de la mitad tenían entre 18 y 35 años.
ROMPER LOS TÓPICOS Y EL SILENCIO
Todavía existen tópicos y falsas creencias que hipotecan la puesta en marcha de técnicas de detección adecuadas y la ejecución de programas preventivos en poblaciones de riesgo. Los falsos mitos más frecuentes son:
- Aquellos que hablan del suicidio, no lo hacen. FALSO. De 10 personas que se suicidan, 8 han advertido de sus intenciones.
- Los que se suicidan estaban decididos a morir. FALSO. La persona que se suicida no busca la muerte sino poner fin al sufrimiento. La intención de los profesionales será llegar a comprender esta ambivalencia y ofrecer una solución portadora de esperanza.
- Hablar del suicidio le animará a intentarlo. FALSO. Es importante hablar con naturalidad del tema con la persona que manifiesta intenciones de suicidio al mismo tiempo que se intenta ofrecer caminos alternativos a sus intenciones. El primer paso es hablar del problema. Los familiares, los amigos íntimos y los profesores, debe ofrecer diálogo como paso previo a un tratamiento. Hay que hablar del suicidio con naturalidad, comprensión y respeto. Perpetuar en el silencio por tabúes o prejuicios no contribuye a solucionar un problema que debe abordarse con tacto pero con valentía.
LA PREVENCIÓN, ÚNICO CAMINO
Hoy por hoy, lo único que parece eficaz es la prevención (hablar del tema), la intervención (psicólogos emergencistas) y postvención (seguimiento a pacientes y a familiares en duelo). Cada vez son más necesarias las campañas de prevención específicas dirigidas a sectores de riesgo, tal y como, con gran éxito se ha hecho con los accidentes de tráfico y la violencia de género. Abordar el suicidio no es reabrir un tabú.
A criterio de los expertos, es preciso:
- Diseñar un Plan Nacional de Prevención del Suicidio a nivel nacional.
- Asumir los compromisos de la OMS en el que los Estados miembros se comprometieron a reducir las tasas nacionales de suicidios en un 10 % para 2020 y de aquí a 2030, “reducir en un tercio la mortalidad prematura por enfermedades no transmisibles mediante su prevención y tratamiento, y promover la salud mental y el bienestar”.
- Mejorar la Atención Primaria e incrementar la calidad de los servicios de Salud Mental, colapsados y con escasos recursos. Salud Mental ha sufrido con mayor incidencia los recortes presupuestarios.
- Implementar campañas que aminoren el estigma social de la enfermedad mental.
- Formación preventiva para sanitarios, profesores, trabajadores sociales, servicios de emergencia, cuerpos de seguridad y trabajadores de la tercera edad.
- Compromiso de los medios de comunicación para ofrecer, de manera veraz y preventiva, información que dé visibilidad al problema y a las estrategias preventivas.
- Plan de actuación en las redes sociales para la detección de factores de riesgo entre los jóvenes.
- Intervención preventiva en colegios e institutos.
NO ESTÁS SOLA/O, PIDE AYUDA
Las personas que piensan acabar con su vida no están solas, los peores momentos siempre son transitorios y existen servicios públicos gratuitos a los que acudir. En todas las capitales de provincia hay un servicio de urgencias psiquiátricas las 24 horas, además de los equipos especializados en los Centros de Salud de su barrio. El suicidio nunca será la solución pues solo la muerte es irreversible y siempre existe una solución a las situaciones que hoy nos parecen insuperables.
Hay gente a la que le importas y sufrirán con tu pérdida.
Tanto si pienses en morir como si el duelo te supera, puedes llamar al Teléfono de la Esperanza, a cualquier hora del día o de la noche. Sus teléfonos son 717003717 (móvil) y 914590055 (fijo) Para Jaén puedes llamar a 953 260 931.
Ver aquí los teléfonos de todas las provincias
[1] A. Schjemidtke y H. Häfner, 2009, The Werther effect after televisión filmns: new evidence for an old hypothesis.
[2] Franziska Müller, Gestión de la información del suicidio por la prensa española en el caso de Antonio Flores y su repercusión en los receptores. Universidad de Murcia 2011.
[3] Papageno es un personaje de la ópera La flauta mágica, de Mozart, que temiendo perder a una persona querida, planea suicidarse hasta desiste convencido por sus amigos.
[4] Véase Jason, G., The Suicide Capital of the World, eslate.com y Moshiri, N., Rising suicide rate baffles Greenland, aljazeera.com. La escasa población, el aislamiento, la ausencia de comodidades, los rigores de la climatología, meses de pura oscuridad alternados con temporadas de luz implacable y el elevado alcoholismo son factores que podría explicar esta situación excepcional.
[5] Promedios obtenidos del decenio 1989-1998. INE, Estadística de suicidios en España, 1998, edit. INE 1999, pp. 12 y 13.
[6] Del total de suicidios estudiados, 273 corresponden al municipio de Alcalá la Real y su término durante los últimos cincuenta años (1950-1999), el resto a los términos municipales de Alcaudete (34 casos), Castillo de Locubín (21) y Frailes (6) correspondientes al periodo 1985-1999.
[7] González Weiss, R. Diferencias sociogeográficas y suicidio en España. Papageno – Plataforma profesional de prevención del suicidio.
[8] Para el recuento de los suicidios por contagio se ha tenido en cuenta el hecho de que éstos se produzcan en la misma población o muy próxima y antes de los diez días siguientes al suicidio anterior.
[9] González Ortiz, G. Hablemos del suicidio, Universidad de Navarra, 2019.